La
vida del general Porfirio Díaz fue muy azarosa después de la batalla del 2 de
abril demostró heroísmo, orden y sobre todo desinterés, habiendo sido el
creador del Ejército de Oriente; habiendo sido la persona que había detenido la
Historia de México el 2 de Abril y contribuido a detenerla en el 5 de Mayo, no
pidió al gobierno en el momento de la victoria, sino permiso para retirarse del
servicio en la administración del Presidente Juárez. Después del triunfo de la
República se perfiló como héroe máximo de México; pero sobre su grandeza
heroica figuraba su grandeza de ciudadano.
Cuando
el General Díaz rindió el parte oficial de la batalla del 2 de abril, esperaba
por lo menos una felicitación o unas palabas alentadoras por parte del gobierno
de la república y fue el General Ignacio Mejía, Ministro de Guerra quien le
contestó en forma militar a su informe que “El
señor Presidente queda enterado de que ha ocupado usted a Puebla”.
Este
mensaje fue suficiente para entender que el Presidente Juárez no había recibido
esa noticia con agrado, ya que no le agradaba mucho la noticia de las últimas
victorias porfirianas. El general Mejía en vez de suavizar las cosas entre
ellos, procuró desvanecer el recelo del don Benito, porque a él tampoco le
convenía que siguiera creciendo la personalidad de su antiguo subordinado.
Ante
este incidente surgido con el Presidente Juárez y su Ministro de Guerra, optó
por dejar el mando en las fuerzas militares y tomó la decisión de retirarse a
la vida privada. Esta determinación fue muy hábil, porque lo envolvió de gran
prestigio ya que con esta medida los periódicos de esa época lo interpretaron
como una separación completa del gobierno del Presidente Juárez.
Cuando
se encontraba en calidad de retiro, la Legislatura oaxaqueña, conmovida por el
desinterés del héroe de su estado, que abandonaba el servicio de las armas sin
solicitar recompensa alguna, le obsequió la Hacienda de la Noria donde se
dedicó a la vida privada en unión de su esposa doña Delfina Ortega con la cual
había contraído matrimonio el 15 de abril de 1867. Como referencia se consideró
que el 3 de ese mismo mes y después del asalto de la plaza de Puebla, extendió
un poder en favor del Lic. Juan de la Mata Vázquez, para que en su nombre
contrajese por poder, el referido matrimonio, considerando con esto que se casó
en campaña, habiendo sido arreglada la ceremonia con extrema rapidez,
careciendo de todas las formas románticas con que se concretan estas ceremonias
civiles.
En
el mes de abril de 1980 había muerto doña Delfina Ortega quien fue una dama
ejemplar que siempre acompañó al General Díaz en los momentos difíciles en que
pugnaba por abrirse paso hasta llegar a la cumbre que se había trazado
previamente. Todos los personajes importantes se hacen acompañar en su
trayectoria por una gran mujer, que se ocupen de actividades personales,
mientras el héroe se ocupaba de amplificar su personalidad. Aquella noble mujer
murió cumpliendo el más santo de los deberes maternales, el de dar la vida a un
nuevo ser.
Un
hombre tan ordenado como demostró ser el General Díaz, contrajo nuevamente
matrimonio en noviembre de 1981 con la señorita Carmen Romero Rubio, que
pertenecía a una familia distinguida integrante de la mejor sociedad de México.
El hecho de que el padre de la novia hubiera sido el Ministro de mayor importancia
de don Sebastián Lerdo de Tejada, fue motivo suficiente para que la noticia de
las nupcias se extendiese por todo el país.
Doña
Carmen Romero Rubio acompañó al General Díaz a quien él adoraba, durante su
caminata en su época de oro, durante su salida
en el puerto de Veracruz, donde debió haberse sentido solo y sin tanta gente
que lo admiraba y lo aclamaba, solamente acompañado de una gran mujer que le
acompaño durante todo su exilio hasta el momento en que el héroe murió el 2 de
julio de 1915 en París, lejos de su patria y recibió el consuelo de su esposa.
El viejo caudillo murió en el seno de la
Iglesia Católica.