Me ha llamado la atención desde
hace mucho tiempo la versión popular que existe: “Entre el amor y el odio
existe solamente un paso” y en la realidad se comprueba que es cierto si
consideramos muchas amistades o romances o lazos familiares que existieron y
terminaron sembrando odio entre las partes.
Lo cierto es que se vive tan rápido
que una persona sin darse cuenta, le pueden surgir varias interrogantes: ¿Cómo
vine a dar aquí?, ¿Cómo es que me pasó esto sin darme cuenta? Aunque tú no
quieras y te creas diferente, aunque creas que sí estás en tu mundo, te puedes
salvar de todo lo qu está pasando en este país y en este planeta.
La vida pasa tan rápido que sin
sentir te arrastra, te jala y acabas metido en varias cosas y hasta quizá las disfrutes,
porque las circunstancias te obligan a no dejarte afuera. Tal hecho ocurre entre
el amor y el odio, que surgió en un momento oportuno y termina en otro momento
desesperado.
En especial está muy presente el
difícil asunto de la normalización de todo aquello que da cabida a una realidad
lacerada; hacer como que uno no escucha ni ve y continúa viviendo como si nada
pasara. Todos los que vivimos en este tiempo somos, participantes y cómplices,
por acción o por omisión de una guerra perdida.
Aunque existe una forma en cambiar
y dejar de ser cómplices, es posible cambiar eso y dejar de ser cómplices. ¿Es
posible resistirse a esa corriente del mundo que absorbe? Para este caso yo
tendría dos respuestas: Claro que sí. Podemos resistir, podemos hacernos
conscientes, aunque considero que la adecuada es -No, no podemos-.
Pese a todo lo malo que ocurre en
el mundo y su influjo irremediable, no quiere decir que la vida carezca de
sentido. Sí lo tiene, lo tiene porque existen todavía afectos, cariños, cosas
agradables que nos contagian y nos hacen querer vivir. Este equilibrio aún es
posible para la gente común.
Tenemos esa parte bonita en es mundo que nos hace enamorarnos, tener cariño, tener afectos, eso es lo que nos
mantiene vivos y lo que le da un poco de sentido a la vida para que tenga caso
seguir viviendo, y para que nos haga pensar que todo sea normal y lo más
riesgoso que todo sea considerado agradable.